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Viviendo la Palabra: Sembrando semillas

Carmen Briceño

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Continuamos con nuestra serie que busca leer la Palabra de Dios para vivirla. Esta vez vamos a estudiar la parábola del sembrador que se encuentra en Mateo 13:1-23. La parábola dice que un sembrador salió a sembrar y unas semillas cayeron sobre el camino y fueron devoradas por los pájaros, otras semillas cayeron sobre terreno pedregoso y brotaron pronto porque la tierra era llana, pero salió el sol y se marchitaron por falta de raíz. Otras semillas cayeron sobre espinas y al crecer las espinas ahogaron las semillas. Finalmente, otras semillas cayeron sobre tierra buena y dieron una cosecha de hasta cien veces más de lo que se había esperado. Los discípulos quedaron asombrados con la parábola y le pidieron a Jesús que se las explicara. Jesús les dijo que la semilla se refiere a la palabra del Reino. Aquellas semillas que cayeron sobre el camino, son las personas que oyen la palabra y no la entienden y el enemigo se las arrebata. Las semillas que cayeron sobre terreno pedregoso, son las personas que escuchan la palabra y la reciben con alegría, pero como no tienen raíces, cuando vienen dificultades o persecuciones debido a la palabra, se apartan de ella y la planta se marchita. Las semillas que cayeron sobre espinas, son los que escuchan la palabra, pero las preocupaciones de la vida o el afán por las cosas materiales ahogan la semilla y no da fruto. Finalmente, están las semillas que producen frutos hasta cien por uno porque cayeron en buena tierra.

 

Tenemos que preguntarnos como es el terreno de nuestra vida. No podemos pensar que porque leemos la Biblia o vamos a Misa ya estamos abrazando el Reino de Dios. Esta parábola nos muestra que hay muchos que escuchan y reciben la palabra de Dios, pero solo unos pocos dan frutos. ¿Por qué? Vamos a ver más de cerca cada escenario.

 

Hay muchos que escuchan la Palabra de Dios y como no la entienden, el enemigo se aprovecha y se las arrebata. Aquí tenemos que ver dos factores. Primero, hay personas que no entienden la palabra porque prefieren seguir sus propios criterios. Hay aquellos que leen la Biblia o van a la Misa y cuando escuchan la Palabra de Dios dicen: “esto no me parece”, “no es para tanto”, “no estoy de acuerdo”. En vez de ser dóciles, dejan que la semilla se quede de un lado y no penetre en sus vidas. Allí mismo el diablo, que anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8), se roba la semilla y la persona no da fruto. Segundo, hay personas que por falta de amigos verdaderos que sean capaces de explicarles la Palabra de Dios, se quedan sin entender. ¿Se acuerdan de la historia del Felipe que se encuentra con un alto oficial etíope leyendo al profeta Isaías? Felipe le pregunta si entiende lo que lee y el etíope le contesta “cómo podré, a menos que alguien me lo explique.” ¿Que hizo Felipe? Se subió a el carruaje y le explicó la Palabra de Dios y el resultado fue que el etíope pidió ser bautizado (Hechos 8:26-40). ¿Somos nosotros como Felipe, que guiamos a nuestros amigos para que entiendan la Palabra de Dios?

 

Las semillas que caen sobre terreno pedregoso se parece a muchos de nosotros que vamos a un retiro o tenemos una experiencia religiosa y nos emocionamos y decimos que estamos con Cristo. Pero cuando se empiezan a burlar de nosotros por la fe, o cuando el gobierno dicta leyes en contra de la fe, o sufrimos enfermedades, se muere un ser querido, o no nos va bien en el negocio, rapidito dejamos a Jesús. Pareciera que buscamos un genio que nos solucione la vida y no un Salvador que nos lleve a la vida eterna.

 

Las semillas que crecen entre espinas son las personas que tienen un pie en los valores del mundo y otro en el Reino de Dios. Estas almas quieren trabajar para tener el mejor carro, el celular más nuevo, la ropa de moda, las mejores comidas, pero se les olvida que Jesús dice que felices son los pobres y que debemos buscar primero el Reino de Dios y todo lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6:33). Las riquezas y el afán por las cosas materiales ahogan a estas personas y no dan fruto.

 

Finalmente tenemos las semillas que si dan frutos y frutos en abundancia. Estos son los que las semillas han caído en tierra buena. Sabemos que para mantener la tierra fértil es necesaria ararla. Hay que usar el pico y abrir surcos, remover la tierra y hierba mala para que la tierra sea fértil. Arar la tierra da trabajo y no es de un día para otro. Si queremos dar fruto debemos podar nuestra alma, revisarnos constantemente, confesarnos y sacar aquellos malos hábitos y vicios que ahogan la tierra y la hacen infértil.

 

Finalmente, la parábola también nos enseña que tenemos que ser sembradores astutos. Para que la Palabra de Dios que predicamos realmente sea efectiva en la vida de los demás, hay que trabajar primero la tierra. Tenemos que crecer en nuestras relaciones humanas y ser amigos verdaderos con los demás, para hacerlos amigos de Dios. No tiremos la semilla sobre tierra árida. Trabajemos en preparar las almas de nuestros amigos y familias, para que cuando le hablemos de Dios sean capaces de dar frutos y frutos en abundancia.

 

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través de su ministerio happyfeetministries.com.

 

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