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Obispo denuncia palabras de odio, militarización de la frontera

Rhina Guidos | Catholic News Service

El obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, toca las manos de la gente en México a través del muro fronterizo después de la Misa en Sunland Park, Nuevo México, en esta foto de archivo del 2014. BOB ROLLER | CNS

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WASHINGTON — Denunciando la “demonización de los migrantes”, palabras de odio, y un sistema que divide a las familias, el obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, pidió a los católicos que prestaran atención a las enseñanzas de la iglesia y den la bienvenida a los migrantes.

En una carta pastoral publicada el 18 de julio con el título “La pena y la aflicción terminaran”, sobre la migración y dirigida al “pueblo de Dios en la Diócesis de El Paso”, el obispo Seitz, quien sirve en una comunidad fronteriza cerca de México, dijo que la seguridad del país no puede ser usada como un “pretexto para construir muros y cerrar la puerta a los migrantes y refugiados”.

“Dios no creó un mundo sin espacio para todos en el banquete de la vida”, escribió.

Dijo que aunque algunos se pregunten “si en estas reflexiones no estoy sustituyendo la política por la enseñanza de la iglesia, como pastor mi deber es hacia el Evangelio de Jesucristo”. Y el Antiguo Testamento es claro: “Al forastero que reside junto a ustedes, le mirarán como a uno de su pueblo y lo amarás como a ti mismo”.

El obispo Seitz también criticó el sistema que “permite a algunos detener a los seres humanos con fines de lucro, y que pone en riesgo el compromiso histórico de nuestra nación con el refugiado y solicitante de asilo”.

En la carta, compartió anécdotas personales. Una se trataba de Aura, una adolescente que conoció en una parroquia hermana en Honduras y quien más tarde decidió hacer el viaje al norte para escapar de la pobreza extrema y la violencia. Ella fue detenida por autoridades de inmigración y terminó en un centro de detención en El Paso, pero no antes de experimentar “heridas físicas y psicológicas graves”.

Aura se fue de Honduras porque había sido esclavizada por una pandilla, pero cuando llegó a los Estados Unidos autoridades de inmigración la trataron como una criminal mientras buscaba refugio, escribió el obispo. También escribió de Rosa, quien además de dedicar largas horas al trabajo voluntario dentro de la parroquia, trabajaba largas horas cuidando a personas con discapacidades, y limpiaba casas para mantener a su familia después de que su esposo fue deportado.

“¡Aura es tu vecina! ¡Aura es tu hermana!” escribió el obispo, y cuando se trata de Rosa, preguntó: ” ¿Quién puede negar que nuestra comunidad sea disminuida sin la fe, el trabajo duro y las contribuciones de Rosa y su familia?”

Dijo que momentos de encuentro con esos hermanos y hermanas migrantes son oportunidades para la conversión, pero lamentó que puede que la gente continúe con sus maneras de ver el mundo, con indiferencia, incluso una indiferencia hacia Dios.

“Esta creciente indiferencia hacia Dios existe a veces junto a una frialdad cada vez mayor hacia los pobres y los sufrientes, como si ellos no existieran”, dijo.

El obispo Seitz dijo que a pesar de los problemas con el sistema de inmigración, que no se han arreglado en gran parte porque “nuestros líderes electos aún no han reunido el valor moral para promulgar

una reforma migratoria permanente y comprensiva”, los migrantes no deberían pagar el precio.

“Aun así, los migrantes son tratados, como dice el papa Francisco, como ‘peones en el tablero de ajedrez de la humanidad’. Su trabajo y sus talentos son explotados, pero se les niega la protección de la ley y son chivos expiatorios para nuestros males sociales y económicos”, dijo.

Felicitó a las comunidades fronterizas por saber dar la bienvenida al extranjero y dijo que su diócesis está “bendecida con personas heroicas, familias, pastores, religiosos, parroquias e instituciones que se dedican al servicio de los migrantes y refugiados” huyendo del conflicto, hambre, y la persecución, y que también abogan por “leyes justas y contra la militarización de nuestra frontera”, escribió.

Como pastor de una comunidad fronteriza, dijo que le pide a Dios que le ayude a consolar, a denunciar la injusticia y a anunciar la redención.

“Soy pastor de una diócesis dividida por muros y puestos de control que separan a las personas de sus seres queridos. Soy obispo de un rebaño asustado por las luces intermitentes de los carros de la policía en el espejo retrovisor, que se preguntan si esta excursión familiar o ese regreso a casa del trabajo será el último,” dijo. “Soy padre espiritual de miles de agentes de la Patrulla Fronteriza y del ICE, quienes ponen diariamente sus vidas a riesgo para detener el flujo de armas y drogas y a los que las transportan.

“Muchos agentes están preocupados a conciencia por la retórica política divisiva y los nuevos edictos que vienen de Washington, D.C.”, dijo Seitz. “Soy ciudadano de una comunidad donde los niños se preocupan si mamá o papá estarán allí cuando regresen de la escuela”.

Migrantes, dijo, no solo buscan una vida mejor, “sino la vida misma”.

Pidió compasión y solidaridad con los inmigrantes y dijo que la iglesia no “debe quedarse al margen de la lucha por la justicia”.

A los hermanos y hermanas migrantes, dijo: “¡Estamos con ustedes!”

“Como su obispo, me comprometo a estar con ustedes en este tiempo de ansiedad y miedo. Prometo escucharlos, celebrar con ustedes, compartir el pan con ustedes, orar con ustedes y llorar con ustedes”, dijo. “Ustedes tienen una dignidad que ninguna ley o tribunal terrenal puede quitarles. Sus familias enriquecen nuestra comunidad y fortalecen nuestras parroquias. Su perseverancia, dedicación y entusiasmo por un futuro mejor renuevan nuestra esperanza”.

El obispo Seitz anunció que está creando el Fondo Soñador para ofrecer asistencia financiera a los niños de familias de migrantes para que puedan asistir a las escuelas católicas en la diócesis de El Paso.

La Iglesia Católica, escribió, se considera una madre para todos y, por lo tanto, ningún ser humano puede ser ilegal a sus ojos, escribió. Alentó a las parroquias a convertirse en lugares de oración, estudio y diálogo, ” donde los católicos puedan involucrarse en la construcción de una frontera más humana a través de la educación y la incidencia pública”.

“Debemos seguir denunciando el mal de la separación de las familias, la militarización de nuestras comunidades fronterizas, la detención con fines de lucro de los migrantes, el maltrato a los solicitantes de asilo y el menosprecio a nuestros hermanos y hermanas musulmanes”, dijo.

Pidió a otros que imiten el trabajo y la cultura de las comunidades fronterizas.

“Nuestra frontera es hermosa, rica en historia y cultura, fe y maravilla natural. Este es un lugar donde personas de muchas culturas, idiomas y nacionalidades coexisten y prosperan”, dijo.

Continuó: “Invito a jóvenes, voluntarios, abogados y otros profesionales a compartir su tiempo con nosotros, en oportunidades de servicio disponibles a través de muchas organizaciones de la iglesia y la comunidad”.

Concluyó diciendo que la voz de “nuestras comunidades debe tomarse en cuenta en la formulación de las políticas fronterizas y en los debates sobre la reforma migratoria. Rechacemos una mentalidad de hostilidad y trabajemos juntos en cooperación generosa para el bien común”.

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