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Quinta parte – El carácter: un asunto complejo

Monseñor Paul S. Loverde

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El respeto por la vida y la dignidad humanas siempre exige que nos abstengamos de hacer comentarios personales despectivos sobre otras personas, incluso sobre los candidatos a cargos públicos. 

Sin embargo, la gravedad de las responsabilidades que asumirán los funcionarios elegidos hace que el carácter sea un factor relevante en el criterio expresado sobre los votos que emitiremos.

En el documento titulado Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, afirmé junto con mis hermanos obispos de los Estados Unidos que nuestras “decisiones deberían tener en cuenta los compromisos, el carácter, la integridad y la habilidad que tiene un candidato de influenciar en un asunto específico” (#37).

En la elección presidencial en curso, tanto los comentaristas como los partidarios declarados de los candidatos de los principales partidos han reconocido sus faltas y desventajas personales.

Muchos ciudadanos conscientes están tan perturbados por la postura política de los candidatos y por sus defectos de carácter que se preguntan no solo por quién votar sino también si quizá deberían abstenerse de hacerlo.   

 Les pido encarecidamente que lean el documento Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, al cual me he referido. Estoy convencido de que solamente la oración y la reflexión nos darán la fuerza para captar y entender la importancia de los tres planteamientos propuestos a continuación.

Primero, “Un católico no puede votar a favor de un candidato que toma una posición a favor de algo intrínsecamente malo, como el aborto provocado, la eutanasia, el suicidio asistido, el sometimiento deliberado de los trabajadores o los pobres a condiciones de vida infrahumanas, la redefinición del matrimonio en formas que violan su significado esencial, o comportamientos racistas, si la intención del votante es apoyar tal posición. En tales casos un católico sería culpable de cooperar formalmente con un mal grave. Pero al mismo tiempo, un votante no debería usar la oposición a un mal intrínseco de un candidato para justificar una indiferencia o despreocupación hacia otras cuestiones morales importantes que atañen a la vida y dignidad humanas (#34).

Segundo, “Puede haber ocasiones en que un católico que rechaza una posición inaceptable de un candidato incluso sobre políticas que promueven un acto intrínsecamente malo decida razonablemente votar a favor de ese candidato por otras razones moralmente graves. Votar de esta manera sería solamente aceptable si verdaderamente existen razones morales graves, y no para promover intereses mezquinos o las preferencias de un partido político o para ignorar un mal moral fundamental (#35). 

Y tercero, “Cuando todos los candidatos tienen una posición que favorece un mal intrínseco, el votante concienzudo afronta un dilema. El votante puede decidir tomar el extraordinario paso de no votar por ningún candidato o, tras deliberar cuidadosamente, puede decidir votar por el candidato que piense que sea quien probablemente menos promueva tal posición moralmente defectuosa y que sea quien probablemente más apoye otros bienes humanos auténticos” (#36).

También es importante que recordemos una vez más que “una conciencia bien formada… reconoce que todas las cuestiones no tienen el mismo peso moral y que la obligación de oponerse a actos intrínsecamente malos tiene una relevancia especial en nuestra conciencia” (#37).

Una vez más, hagamos los ejercicios espirituales de la oración y el ayuno con la intención de que cada ciudadano, al decidir por quién votar, sea guiado por una conciencia formada por principios morales que sean objetivamente sólidos y verdaderos.

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